(Una variante resumida de este texto se puede leer en la portada de Sedice)
Hay gente a la que le gusta leer, y gente que vive la lectura. Yo soy de los del segundo caso. Me cuesta encontrar interlocutores, no ya que puedan rebatirme o hacer eco de mis opiniones, sino que simplemente me entiendan cuando hablo, y que tengan la paciencia de aguantar a un gordito con gafas que sólo habla de libros.
Hace ya tres años, buscando por internet me di cuenta de que todas mis busquedas de libros por google me terminaban remitiendo a Cyberdark. Explorando, descubrí las biblioteca, y los foros. Por curiosidad, me adentré en ellos, y al cabo de unos dias, un usuario de Oviedo se ofreció a enviarme un libro que yo buscaba y él tenia repetido. Tiempo después descubrí que se había registrado sólo para ofrecérmelo. Este ofrecimiento me caló hondo, y me demostró de que madera estaban hechos los usuarios de cyberdark.net.
A lo largo de los siguientes dos años fui un adicto al foro naranja. Por primera vez me hallaba ante gente que me entendía cuando hablaba de libros, que comprendían el placer de la lectura, el ansia, la necesidad, de leer o poseer un libro en concreto, el placer de descubrir un autor nuevo, la gratitud de descubrir que tus opiniones son bienvenidas. Me quitaba el sombrero ante algunas intervenciones. Ya no era un bicho raro, sino uno más.
A medida que me involucraba más y más en los foros y la biblioteca, más ganas tenia de implicarme en el proyecto así que escribí a los colaboradores de la Web, ofreciéndome a lo que hiciera falta. Un día me llamaron a filas. Me pedían nada más y menos que entrevistara a John Crowley, un autor al que en aquellos momentos idolatraba. Más adelante colaboré con algunas reseñas de libros y algún articulito, siempre a destiempo, entregando tarde y con prisas, porque siempre había algo por en medio que me ponía obstáculos…
Pocos meses antes del cierre de cyberdark, me reclutaron por segunda vez. Me pedían que fuera un Pensapol, un miembro de la policía del pensamiento. Un nombre muy oscuro para un grupo que prácticamente se dedicaba a labores de limpieza, como la eliminación de posts repetidos, comentar cotilleos e intentar poner paz en las disputas. Por lo general, salvo por la aparición de algún troll que otro, el lugar estaba muy tranquilo. No faltaban los exaltados que equiparaban el derecho a la libertad de expresión con el derecho a insultar. No faltaba tampoco el que intentaba hacerse de oro timando a la gente en compraventa, o el que a través de conversaciones amistosas sacaba información a los demás para hackearles las cuentas y joderles la vida un rato. La labor de los pensapoles consistía también en detectar a esta gente y proteger a los demás de ellos. Y de vez en cuando no había otro remedio que apartar la manzana podrida. Lamentablemente, muchas veces había manzanas que habían estado al lado de la manzana apartada, y que la defendían, sin saber del todo porque esa manzana había sido apartada. Y allí se producían muchas situaciones de desgaste. De diez mil usuarios que tuvo cyberdark se debió expulsar a, como mucho, treinta. Hubo marrones absolutamente terribles, que, por suerte, no llegaron a trascender más allà de los afectados directos y de sus amistades más cercanas. Pero aun así aparecieron muchas voces hablando de censura y de falta de democracia, y lo peor de todo es que el que acaba pagando el pato era David, que bastante tenia con dedicarle las horas y el dinero que le dedicaba a la web, para que le andaran con según que cosas. Cyberdark tenia muy pocas normas, que en realidad se reducían a una: “nada de malas palabras o mal rollo entre la gente”. Nunca me parecieron malas normas, ni entonces ni ahora, y considero necesario su cumplimiento para que haya buen ambiente. Nunca se exigió demasiado. Al fin y al cabo cyberdark no era sino la página personal de David, y el resto no eramos sino invitados a su fiesta. Y como siempre que no estás en tu propia casa, hay que comportarse con las normas del anfitrión.
Finalmente, la Web cerró, con centenares de personas conectadas simultáneamente para darle una ultima despedida. Cuando pasaron las doce de la noche y vi el “Site not found” la tristeza inundó mi corazón. El futuro era incierto. Todos estábamos afectados en mayor o menor medida. Nos dispersamos, tal y como se veía venir. Sedice, Estación, Asshai, Pasadizo, Atlantea, la Tercera Fundación, el Club de Medianoche, Espada y Brujeria, los exiliados de la Blogosfera Naranja… Cada uno vivió el éxodo a su manera, y muchos se perdieron por el camino, aunque otros nuevos tomaron el relevo. Cada día aparece gente nueva por aquí, y eso me alegra, porque en cada uno de los lugares donde los ex-cyberdarkianos nos hemos establecido la pasión por el fantástico ha seguido captando adeptos, uniendo a gente que estaba sola y ofreciéndole la oportunidad de encontrar gente afín. Pero no es lo mismo. Claro que no. Nunca será lo mismo. Ni mejor ni peor. Diferente.
En mi caso, cuando la muleta naranja desapareció, ante mi sorpresa, descubrí que podía andar. Porque el periplo naranja me había dado la fuerza y la confianza que me faltaba para crecer y seguir mi propio camino. Un camino que me lleva aquí y allá, mientras intento mantener el contacto con los viejos conocidos y conozco a los nuevos intentando no avasallarlos con mis historias de abuelo cebolleta, como hago ahora. Ánimo, solo quedan dos parrafos y un par de lineas.
Gracias por recomendar un libro, o filosofear, o dar un consejo, o por quejaros del mundo, o por aguantar el rollo, o por soltarlo, o por contar un chiste, o simplemente por estar aquí cuando hace falta, Porque sois buena gente, con la que se puede hablar de cualquier cosa, con la que siempre se aprende y con la que merece la pena compartir el tiempo.
Y gracias a cyberdark, por haber existido*.
(* Y gracias a Negrete por esta frase. Lo resume todo)
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