Lo admito. La literatura no es más que un interés añadido a la hora de venir a Gijón.
Para empezar está el clima: ocho de Julio, doce de la mañana, 22 grados. Nada de churretones de sudor, nada de sofocones, hace hasta un pelin de frio (nada que una camisa no pueda remediar). Y luego hay otro factor, la comida: en Barcelona se suda como un cerdito, aqui se come como tal. Me falta la manzana en la boca.
Anoche fuimos a cenar Rudy, Marisa, Gorin, Natalia, Primito Auditor y yo: Centollos, chipirones, chorizo a la sidra, Pulpo y Chuletón. Ya conocia la sidreria Centenario del año pasado, y veo que es algo que no cambia, o que incluso mejora con los años. Una opipara cena digna de una viñeta final de Asterix el galo por apenas 17€. Tiene cinco tenedores en la guia del Michelin cyberdarkiana y un sitio en mi corazoncito de gordito relleno.
Y que decir del bufet de desayuno del hotel. Levantarse por la mañana para ir a currar es un rollo, levantarte porque te espera una mesa de comida de doce metros de largo, como que motiva más. Lo malo es que apetece probarlo todo: leche frita, torrijas, empanada, tocinillo de cielo, quesos variados, zumos, pasteles... la glória, vamos.
No, no. No mencioneis esa palabra maldita que empiez por "die" y acaba por "ta". Aqui eso no existe. No hay más que ver la cara de salud que tiene la gente por estos lares. Nada de aqui puede hacer el más minimo daño a la salud.
Venga, me voy a dar una vueltecilla. Saludetes.
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