Cada vez veo más las cadenas que me atan.
Son cadenas que yo mismo he forjado.
Con la ayuda de mis padres, de mis amigos, de la iglesia, del colegio, de mis amigos, de la tele… pero no nos engañemos, las he forjado yo.
Son cadenas creadas a partir de la observación de lo que estaba bien y lo que estaba mal.
Son cadenas que han crecido conmigo y se me han ido ajustando a medida que pasaban los años, y mi carne y mis huesos se han acomodado a ellas poco a poco sin que me diera cuenta.
No harás, no dirás, no pensarás. Eso no es bueno, eso es malo, eso es bueno, eso es deseable, esto no, lo de más allá es lo mejor. Debes ser así.
Y luego la dura verdad es que ser así o asá no nos da sino problemas, que siempre andamos deseando lo que no tenemos, insatisfechos con lo que somos y no somos, y deseosos de hacer cosas que no nos atrevemos a hacer.
Cada dia me veo más como un King Kong de pacotilla, encadenado a una jaula, dando vueltas sobre un lecho de paja rancia, mientras el mundo pasa bajo mis pies, sin saber muy bien a dónde voy, dejandome llevar. Cada dia tiento un poco mis cadenas, probando su dureza granitica. Tintinean.
Y me he dado cuenta…
…de que son tan duras como yo quiera que sean.
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