Muchas veces, cuando estamos mal, en lugar de dar los pasos necesarios para salir del pozo, nos quedamos en el fondo, comentando lo hondo que es, lo dura que fue la caida, lo resbalosas que son las paredes, lo mál que huele y lo incomodo que se está dentro.
Y da la impresión de que nos guste y todo, por la forma en que detalladamente describimos cada pedacito de mugre, cada centimetro de los espinosos muros, cada una de las sombras que se ciernen sobre nosotros, y alabamos la hondura del pozo, su tenebrosidad y odiosa presencia en todos y cada unos de nuestros pensamientos.
A veces tengo la sensación de que en esas ocasiones, al darnos cuenta que no podemos disfrutar de la felicidad, decidimos disfrutar de nuestro sufrimiento, regondeandonos en él y dando penita. Una penita que nos comportará algun que otro abrazo, y que nos permitirá descolgarnos un poco en algunas de nuestras responsabilidades, pero que pasará de ser "dar penita" a "dar pena" si nos colgamos demasiado. Y dar pena no suena muy feliz.
No conviene regodearse en los sentimientos turbios (ey, mola, parece una frase del I ching!).
Es la hora del cambio.
Y da la impresión de que nos guste y todo, por la forma en que detalladamente describimos cada pedacito de mugre, cada centimetro de los espinosos muros, cada una de las sombras que se ciernen sobre nosotros, y alabamos la hondura del pozo, su tenebrosidad y odiosa presencia en todos y cada unos de nuestros pensamientos.
A veces tengo la sensación de que en esas ocasiones, al darnos cuenta que no podemos disfrutar de la felicidad, decidimos disfrutar de nuestro sufrimiento, regondeandonos en él y dando penita. Una penita que nos comportará algun que otro abrazo, y que nos permitirá descolgarnos un poco en algunas de nuestras responsabilidades, pero que pasará de ser "dar penita" a "dar pena" si nos colgamos demasiado. Y dar pena no suena muy feliz.
No conviene regodearse en los sentimientos turbios (ey, mola, parece una frase del I ching!).
Es la hora del cambio.
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