jueves, julio 17, 2008

Mi viaje a Praga, jueves.

Bueno, como ya comentaba en la penúltima entrada, para celebrar que habia terminado la carrera me pillé un viaje a Praga de cuatro dias. El proceso de decisión fue tal que así:
  1. El crusaito: Una semana de vacaciones. Joer no se que hacer, si irme, quedarme... porque si me voy, ¿a donde?, y claro, empiezo mañana las vacaciones....
  2. El michaelyason: Ni blanco ni tinto, ni tiene color. ¿Me voy o no me voy? ¿Me voy o no me voy?
  3. El Breakindance: Que no me duermo. ¿Me voy o no me voy? Me daré la vuelta. Que no me duermo. Media vuelta...¿que hago?
  4. El Robocop: Que cojones!!! ¿Donde está la web del lastminute.com? ¿Y mi maleta? Me voy, vuelvo el domingo!!!!
Y na, ya me veis, yo que habitualmente tengo que pedir tiempo muerto y leerme media carta del bar para decidir que quiero una cocacol... no, mejor una fanta, montandome un viaje en venticuatro horas.

El jueves, como de costumbre, me planté en el aeropuerto un par de horas antes de la cuenta, para evitarme sustos, y no, no me encontré compartiendo vuelo con una coral infantil, pero tuve a Mauricio.

Estaba haciendo cola para facturar y se me ocurrió preguntarle al que estaba delante si esa era lo cola para Praga, porque aún no habian cambiado el rótulo. Él tampoco lo sabia, pero aprovechando que ya habiamos roto el hielo empezó a contarme un poco que iba a Praga porque habia ligado por internet. Hasta ahí normal. Bueno, no mucho, pero aceptamos barco. El caso es que el tipo llevaba una maleta de proporciones inhumanas, llena, según él, de bebidas de todo tipo, como granadina, leche de coco, etc... para hacer combinados porque él tenia dos locales y la chica a la que iba a ver otro y bla, bla, bla....

Afortunadamente, llegamos a facturación y le dijeron que con ese maletón no subia al avion, que se comprase otra y repartiera el peso. Desaparece en la lejania en busca de la maleta perdida.... pero me aparece al cabo de un rato, ya sin maletas y quejandose amargamente de que le han cobrado 300 leuros por el sobrepeso. 300 leuros por factrar granadina y malibú... como las botellas que hay en las tiendas de Duty Free. En aquel momento yo ya ponia cara de bibliotecario (la cara de poker es para aprendices y principiantes), pero faltaba lo mejor: el tipo se habia dejado en el lavabo del aeropuerto las gafas de sol, que eran de marca y valian otros trescientos euros. Vamos, 350 euros de avión más hotel, 300 más de la maleta (me enseño el ticket) y 300 más de las gafas... lo que yo me reí no tiene precio. Eso sí, por dentro, que no me queria ganar una hostia.

Al final subimos al avión y, por suerte, se sentó lejos de mí, pero todavía me quedaba Mauricio para rato. Es lo que se llama Running Gag. Por cierto que Mauricio no es su nombre, lo que pasa es que cuando nos presentamos y le dije mi nombre, Pau, el me dijo Mau (pausa) Mauricio (risotada). Vamos, que Mauricio era un gracioso. Ya sabemos que entre los muchos subtipos de gente está la gente divertida, con la que te ries mucho, y luego están los graciosos, que se rien mucho de lo que dicen.

El viaje se me hizo muy corto, estaba releyendo La estación de Calle Perdido, y parecia que hacia un momento que habiamos despegado cuando ya estabamos aterrizando y Mauricio ya estaba de nuevo al ataque contandome lo caliente que le habia puesto la tipa en cuestión por el chat. Estabamos recogiendo las maletas cuando intentó captar a otro a su esfera de diversión, un guia turistico, que agilmente logró escapar de la oferta de ir de fiesta y le dió el numero telefono ya con aviso de "igual estoy muy ocupado y no te atiendo". Yo me escabullí con la excusa de, lo siento, no tengo Roaming, mientras mi movil recibía tres mensajes consecutivos de Vodafone. No, no podian esperar cinco minutos a enviarmelos. Un dia que deciden ser eficientes...

Nada más salir del aeropuerto cogí un autobús de un servicio que lleva pasajeros a hoteles, como si fuera un taxi compartido. Allí ya empecé a temerme que no habia escogido el mejor hotel. Una hora tardé en llegar.

El hotel Stirka se halla situado en las afueras de Praga, al norte. Es un edificio de cuatro pisos, con su porche y sus buenos diez minutos hasta el metro.

La flecha señala cual es mi "habitacion".

Mi habitación constía en un antiguo zulo abuhardillado, rehabilitado, al que se accedia a traves de una escalera secundaria que conducía a una escalerilla casi vertical y por la que tuve que meter la maleta de lado.



A ratos me parecía que estaba durmiendo en la Casa de la Bruja, con esos angulos extraños. Era un anticipo del espiritu primigenio de Praga, que se manifestaria algunas veces más durante el viaje. De momento lo unico que se manifestó fue un chichón, porque en el baño no se podia mear de pie. Sentadito o encorvado, pero de pie no. Suerte que no entré con prisas.

A lo tonto, entre el viaje, el taxi, deshacer la maleta, ducharme y vestirme, ya era tarde y apenas tuve tiempo de coger el metro y plantarme en el centro de Praga para perderme nada más salir de él y pasearme entre yonkis, punkis, vagabundos, sudamericanos de músculos prominentes y camisas ajustadas, borrachos encorbatados y cuadrillas de jubilados españoles (axioma del viajero numero 1: si gritan son españoles). Como eran las diez y pico no encontré ningún restaurante que aún ofreciera comida y me comí un simple bocadillo de salchicha de un puesto callejero, justo lo que según la guia NO habia que hacer. Con ese pensamiento volví al hotel para descubrir que:
a) Las entradas/salidas de metro son casi invisibles.
b) La salida no era la misma por la que habia entrado. En la calle no habia nadie (¿eso es bueno o malo?).
c) La zona en la que estaba mi hotel era casi en las afueras. Se podian ver las estrellas y habia un silencio total, roto por el sonido de algún animalillo nocturno, como grillos o rebuznos de nordicas borrachas.
d) Si se podian ver las estrellas era porque no habia casi farolas y éstas apenas lucían. Diez minutos en la semioscuridad de un barrio perdido de una ciudad desconocida pueden pasar muy lentamente.

Sin más problemas logré llegar al hotel, pegarme una ducha rápida y quedarme semiinconsciente al darme contra el techo al intentar meterme en la cama.

Me faltaba una última sorpresa, y es que la habitación no tenia persianas y en Praga amanece a las seis.

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