lunes, febrero 27, 2006

Intermitencias

He pasado una semanita y pico bastante mala.
Si no era la gripe, era el asma, si no, la migraña. Un rollo vamos.
Con la tonteria, he leido poco, he escrito menos, y mirando hacia atrás no veo nada, porque cuando estoy asi de malo, se me hacen unos agujeros de gusano en la memoria que comunican directamente con el último dia en que estuve bien. Parafraseando a Jose Maria Merino, me gustaria conocer al extraño que está viviendo la mitad de mi vida.

Se acercan dias turbulentos. Por un lado, las oposiciones se aproximan desde el horizonte. El dia del examen es como el monte del destino, lejano pero inevitable, rodeado de una oscuridad y una aura de amenaza que crece y crece. De momento el temario de las opos es ligero, pero a medida que se acerque el momento y lo saque de la estanteria para acarrearlo arriba y abajo, se va a hacer más y más pesado.

Por otro lado, continuo reestructurando mi vida. Durante la semana pasada me deshice de varias enciclopedias y libros que mis padres me compraron de niño. Las enciclopedias no recuerdo haberlas abierto más de un par de veces, y ahora tenian más de veinte años, con lo que eran completamente inutiles. Y los libros... recuerdo haber pasado muy buenos momentos con ellos, porque eran de divulgación cientifica, un tema que siempre me ha gustado, y hubo épocas en que los leia y releeia una vez tras otra. Pero la mayor parte de ellos hacia más de diez o quince años que no los abria siquiera. Y las revistas Muy Interesante que guardo se han pasado los ultimos cuatro años encima de un armario, y los seis anteriores dentro de otro.Es decir, que tirarlo todo era la opción más lógica si quiero hacerles hueco a los libros que sí que quiero leer y conservar. Pero eso no hace que duela menos, que no sienta que estoy rompiendo con mi pasado, y que los recuerdos no vengan en oleadas, y con ellos la culpa. Esos eran los libros que mis padres compraron para mi. Unos de los pocos nexos de unión que todavia me quedan con ellos. Y los estoy abandonando.

Miro a mi alrededor y veo mis apuntes de la universidad, mis libretas con mis dibujos y los cómics que dibujaba de niño, las pequeñas histórias que empecé a escribir entonces. Hace años que no las abro ni leo. Creo que ya no lo haré nunca. Me limito a cambiarlas de bolsa y de armario, y a moverlas de un lado a otro de la casa. No se si me merece la pena acabar con todo y tirar todos mis papeles.

Miro mis viejas fotos y no me reconozco. No reconozco a ese niño sonriente que juega y rie. No puedo verme en ese adolescente asustadizo y solitario que aun se aferra a sus cuatro contados pelos sin decidirse a afeitarse la cabeza. No se quien es ese tipo taciturno y embobado que recorre el claustro de la facultad sumido en sus pensamientos. Miro mis fotos de hace cinco años, y no se quien soy y quien es él. Todo ha cambiado tanto en tan poco tiempo... Abro las carpetas, fisicas y virtuales, y leo frases sueltas, y no reconozco mis palabras. ¿Yo pensaba así? Siento como si por fin estuviera madurando, como si por fin las piezas emperan a encajar, y no se si me gusta, pero si sé que no hay marcha atrás y que es algo necesario. Un poco tarde, pero más vale tarde que nunca. Me siento como si atravesara la capilla peligrosa.

Necesito algo.

Necesito saber qué necesito.

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