Hay canciones que nos llegan adentro, como si toda la vida hubieramos esperado a escucharlas, que al escucharlas por primera vez encajan como esa pieza que nos falta en el alma, que hacen que resuenen los engranajes de nuestro corazón, que nos revelan algún secreto sobre nosotros mismos que no habiamos ni siquiera sospechado.
Es esa canción que, desde niños, tarareamos cuando estamos dormidos, cuando la mente calla y el alma sueña, toda ella convertida en emoción pura, una canción que nos ha acompañado toda la vida, pero que un dia escuchamos por primera vez de forma consciente, para saber inmediatamente que esa canción existe por y para nosotros, que es y será parte de la banda sonora de nuestra vida. Y nos arranca lágrimas o nos hace sonreir, de forma alterna o incluso simultánea.
Struggle for pleasure es una de estas canciones. Una canción triste, fatalista, y a la vez energética y llena de vitalidad, llena de esperanza, y en la que las notas se suceden en una configuración en espiral que a veces parece imprevisible, pero que encaja inevitablemente en el conjunto de la única forma en que podría hacerlo. Quizás mi vida, que parece tan errática, cíclica e imprevisible, sea igual de bella cuando mi última nota haya sonado.
Es dificil transmitir un sentimiento en palabras, y cada cual hallará la metafora que más le atraiga. Yo no se hablar de música, no se porque decir que me gustan las cosas que me gustan, pero cuando digo que creo que está canción es en espiral, supongo que se trata más de expresar una emoción que no un pensamiento. Un acto de sinestésia involuntaria, como el calor con el que la belleza llena nuestros corazones, o el frio que los hiela en presencia de la tristeza, o el extraño estremecimiento que nos acomete cuanto belleza y tristeza convergen.
Es un momento inexistente, casi zen, en el que el mundo para y sólo suena la melodía, sin que exista nada más, y sólo puedes escuchar, una y otra vez.
Gracias Alfredo, por descubrirmela.
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